San Lorenzo y el Nuevo Gasómetro siempre habían sido complicados para Boca Juniors y Oscar Ruggeri era quien dirigía al Cuervo el 27 de agosto de 2006.
El equipo de Alfio Basile llegaba en busca de la punta en soledad. En los últimos ocho años Boca había conseguido todo lo propuesto.
Los primeros 15, fueron del local. Vibrante, con más actitud; o mejor dicho, con otra actitud. Con una mentalidad ganadora, arrolladora. El planteo de Ruggeri era simple: tres atrás, fuerza y velocidad en el medio, Ezequiel Lavezzi para el toque de distinción, y Roberto Jiménez para definir. Boca cambiaba entre el 4-3-1-2 y el 4-4-2, cuando Marino se metía entre Gago y Ledesma. Era superior el Ciclón.
Al minuto, tiro libre de Ferreyra a las manos de Bobadilla. Misma historia a los 2. A los 4, una bien clarita. Le pica mal al Cata Díaz y se escapa Lavezzi. Desborda por derecha y centro. Malingas mete la cabeza, era gol, de pique al suelo. Díaz llegó para sacarla justo, sobre la línea. Contenía el aire Basile. Y Boca no ofrecía respuestas. Ledesma vio la amarilla por tumbar a Rivero. Era pura impotencia el bicampeón. Lavezzi desbordaba cuando quería y había peligro en el arco visitante.
Necesitaba acomodarse. Y Basile soltó la respiración a los 22. Boca te mata. Casi sin darse cuenta, sin proponérselo, consiguió la ventaja. Merodeaba por el área el ataque visitante. Gago (impreciso en los primeros minutos), tocó para Palermo. El nueve no la pudo aguantar, pero la bola siguió mansita ante la mirada de los defensores de San Lorenzo. Palacio se filtró. ¿En off side? Quedó mano a mano con Saja y definió bárbaro. ¿Como Caniggia ante Brasil en el Mundial de Italia? No. Como Palacio. El delantero ya tiene sello propio en el fútbol argentino. 1-0.
Lo que San Lorenzo construyó ladrillito a ladrillito, Boca lo resolvió con dos toquecitos. Casi en un suspiro llegó el segundo. A los 26, Marino desbordó bien por la derecha y envió el centro atrás. Palacio abrió las piernas y la dejó pasar. Perfecto. Entró Palermo por detrás y definió. Gol del goleador y 2-0. Del sufrimiento al cielo. Lo que era un karma se convirtió en un trámite. Ruggeri no lo podía creer, probablemente Basile tampoco. Y para completarla, a los 32 llegó el 3-0. Calvo tiró una pared bárbara con Neri Cardozo por derecha. De primera, Boca jugaba a un toque. Centro, y la misma fórmula: Palacio al primer palo (esta vez no llegó) y Palermo libre por atrás para definir. En tres llegadas, Boca convirtió tres goles.
San Lorenzo salió a remar en el segundo tiempo. Ruggeri empezó a meter mano en el equipo. ¿O el manotazo de ahogado? Cambio: Andrés Silvera por Walter Acevedo, que había entrado en el primer tiempo por Adrián González, que se retiró lesionado. Pero en los primeros diez minutos sucedía, en miniatura, lo mismo que en la etapa inicial.
A los 20 segundos, Lavezzi quedó mano a mano, pero definió mal de zurda. Pudo haber cambiado la historia. Tal vez allí comenzaba la remontada local. Todo lo contrario. Boca ya se disponía para pararse de contra, con los rapiditos Neri Cardozo y Palacio. A los 3, el volante se escapó por izquierda y ganó un tiro de esquina. Lo jugó cortito con Marino, devolución y pelota para Krupoviesa. Clásica. El tucumano le dio de lejos, un bombazo. Saja tepó, pero dejó el rebote. Palacio, pillo estaba en lugar justo para empujarla. El 4-0 ya era lapidario.
Un sueño hecho realidad. La sonrisa de Basile iluminaba el césped del Nuevo Gasómetro. Y a los 8, la frutillita. Neri Cardozo recuperó y arrancó para el contragolpe. Encaró de izquierda a derecha. Los jugadores de San Lorenzo pasaban como postes. Llegó hasta la puerta del área y le dio fuerte y cruzado. Ante tanta pasividad en la marca local, Neri se hacía un pic-nic. Saja se estiró en vano y 5-0.. Daban ganas de reír a carcajadas, por un lado y de llorar desconsoladamente, por el otro. El partido estaba terminado, aunque paradójicamente todavía faltaba mucho.
A los 15, pudo descontar San Lorenzo. Casi un chiste. Los plateístas (los que quedaban porque muchos ya habían abandonado sus butacas), no sabían si gritar el gol o insultar. Tiro libre desde la derecha. Centro con rosca del Malevo Ferreira y la peina Hirsig. La pelota se metió en el ángulo, travesaño y pique dentro del arco, detrás de la línea, nada que hacer para Bobadilla.
Pero el postre no estaba completo para Boca, y se fue a empachar. Gago levantó su nivel, y todas las pelotas pasaban por él. Claro, no hay mucho mérito levantar el nivel cuando vas ganando por cuatro goles. Pero así y todo, Gago demostró oficio. El volante recibió un planchazo en la mitad de la cancha por parte de Sebastián Méndez y el defensor vio la roja. Bueno, listo, partido liquidado, uno menos; sólo había que esperar al final. Nada de eso.
El Coco se dio el lujo de mandar a Andrés Franzoia para la cancha (ingresó por Marino), lo sacó a Palacio para la ovación… Los hinchas de San Lorenzo no querían saber nada. Y pasó lo que tenía que pasar en un partido tan raro. A los 40, exigió Palermo, Saja salió muy lejos, a cortar de cabeza, pero quedó a mitad de camino… Franzoia le dio de primera, por arriba. El arquero volvía mirando cómo la pelota volaba por sobre su cabeza, derechito al gol. Una gran parábola dibujó el balón, y cayó justo. Bottinelli pudo haber rechazado, pero no hizo más que reafirmar el gol del pibe de Boca. 6-1 y era paliza.
Colmo de colmos. A los 42, llegó el 7 a 1, tan histórico como increíble. Fácil: centro de Krupoviesa desde la izquierda. Gol de Palermo de cabeza, además de convertirse en el goleador del Apertura con cinco tantos. Gabriel Favale pitó el final, aunque el partido se había terminado hacía rato. ¿Qué pensamientos pasarán por la cabeza de Oscar Ruggeri?
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