Inevitable es, al hablar de Colombia, mencionar la tragedia que viven sus habitantes desde hace dos décadas. La propagación del narcotráfico, la violencia y la inestabilidad política como plagas ha cimbrado los cimientos de la sociedad colombiana. Lo que viene es un texto de El Universal de México en la previa al torneo continental de ese año.
Esta vorágine ha permeado hasta la vida deportiva del país. El crimen organizado ha invadido el ámbito de las canchas de fútbol y la insurgencia ha puesto en jaque a los organizadores de importantes competencias futbolísticas.
Ahora parece que le llegó su turno a la Copa América 2001, que tiene como sede la tierra colombiana. A costa de promesas de seguridad por parte del gobierno federal, la nación ha mantenido su derecho de organizar la justa más antigua del continente, a pesar de los recientes atentados con bomba que han tenido lugar en algunas de las ciudades que actuarán como subsedes.
La violencia palpable, con un trágico historial que alcanza ya las cuatro décadas, se ha intensificado en los últimos 20 años y hoy en día, Colombia vive uno de los conflictos más añejos y sangrientos del mundo.
Se ha calculado que, en promedio, al día mueren en la tierra cafetalera 70 personas y ocurren cuatro atentados. Esto ha ocasionado que gran cantidad de colombianos se desplacen de sus lugares de origen hacia zonas más seguras y que, quienes pueden, abandonen el país en busca de mejores oportunidades de vida.
Las cifras anteriores resultan de un estudio realizado por la Dirección Central de Policía Judicial de Colombia, institución que resumió los datos obtenidos en el año 2000, uno de los peores desde que inició la guerrilla, que muestran la escalofriante cifra de 25 mil 660 muertes, mil 226 de ellas ocurridas en matanzas.
Un cálculo efectuado por la organización no gubernamental Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, reveló que entre 1985 y 2000 al menos 2 millones 160 mil personas fueron alejadas de sus hogares debido principalmente al conflicto armado. En tanto, en el primer trimestre del 2001 la cifra superó los 92 mil, de acuerdo a la ONG.
A la cantidad de asesinatos y atentados se suma la de secuestros. De acuerdo con la fundación privada País Libre, entre enero y noviembre de 2000 se registraron 3 mil 029 plagios, 84 más que en todo 1999, cuando se contabilizaron 2 mil 945.
Con la Copa América en puerta, las autoridades colombianas y el continente entero temen un atentado que pudiera dañar este evento, siendo que el objetivo es reunificar a los habitantes del país cafetalero, y de paso, limpiar la imagen de la nación.
Aún entre los temores, el gobierno ha insistido en llevar a cabo la competencia. El presidente Andrés Pastrana ha asegurado que la ola terrorista que afecta al país no impedirá la celebración del torneo. Pastrana fue el principal promotor de la Copa y realizó las gestiones para efectuarla este año.
Sin embargo, en abril y mayo del 2001 -a escasos dos meses de la competición, dos bombas explotaron en las ciudades de Cali y Medellín y un auto-bomba con 250 kilogramos de dinamita fue desactivado en Bogotá, lo que despertó inquietudes en torno a un posible cambio de sede.
Y es que los antecedentes violentos que el fútbol tiene en Colombia son imposibles de olvidar. Aún está presente el recuerdo del asesinato del seleccionado Andrés Escobar, acribillado en Medellín el 2 de julio de 1994, días después de haber anotado un autogol en la portería defendida por René Higuita en un encuentro con el anfitrión del mundial jugado en Estados Unidos.
Por encima de las promesas de un certamen en paz, pesan los cientos de muertos y atentados causados por la guerrilla, la fama del país como uno de los principales productores de droga y la ola de secuestros que no respetan nacionalidad.
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